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Bailando con el miedo

El miedo es parte integrante de nuestra experiencia humana; cuanto más lo evitamos, más nos obliga a cambiar. Permíteme compartir una experiencia personal del miedo como fuerza transformadora y lo que he aprendido soportando sus llamas y emergiendo al otro lado.

“Durante las últimas semanas, he sentido miedo. Era una sensación constante de malestar, una sensación de que algo iba a ir mal. Estaba presente a cada paso; en todo lo que hacía, había una pesadez subyacente en mi pecho, en mi plexo solar y en mi vientre. Incluso en los momentos de alegría, estaba ahí, impidiéndome disfrutarlos plenamente. En esos momentos de alegría, la noción negativa los ensombrecía inmediatamente, impidiendo que floreciera la alegría. Me preguntaba: ‘¿Cuál es la razón de esto? ¿De dónde viene el sentimiento? Se me ocurrirían muchas razones por las que surgiría el miedo. Como humano en la cultura actual, he desarrollado la gran habilidad de encontrar razones para tener miedo y estar preocupado. Podría haberse debido a una falta de estabilidad en mi situación económica, a una falta de amor y de pareja, o a preocupaciones sobre la comunidad, los amigos, la salud, la soledad o la autoestima. Fuera lo que fuese, el miedo no tenía nombre, y cuanto más intentaba encontrar su razón, más confusa y temerosa me sentía.

En algún momento, me rendí y, de la nada, surgió orgánicamente un nuevo enfoque, algo que nunca antes había probado realmente: permitir que el miedo estuviera ahí, dejar que se expresara de la forma que quisiera y durante el tiempo que quisiera. Me di cuenta de que estaba en una fase de miedo, y mi tarea consistía simplemente en dejarlo ser, aceptarlo, incluso abrazarlo, y dejar que pasara. Incluso asumí la responsabilidad de comunicarlo a mis amigos y familiares. De hecho, me sentí liberada al expresarlo, como si le diera espacio tanto en mi interior como en el exterior. Cada vez que lo expresaba, sentía que estaba bien sentirlo, y los que me rodeaban también lo aceptaban. Algunos incluso compartieron que resonaban conmigo, lo que llevó a la creación de vínculos más fuertes basados en la sinceridad y la honestidad. Tardé unas semanas, pero el cambio se produjo muy claramente en un día; el miedo desapareció y me sentí elevada. Me volví realmente positiva sobre mi vida y la capa subyacente de miedo, que me había parecido tan pesada, se transformó en una capa de confianza, una sensación de que todo iría bien, una especie de fuerza interior. Desde entonces, disfruto más plenamente de mis días, no por ningún motivo concreto, sino por una sensación de calma y agradecimiento. Reconozco la belleza que me rodea, respiro más profundamente y me siento verdaderamente agradecida por todo lo que tengo y por todo lo que soy.”

Desde aquel día transformador, me siento más fuerte, más preparada para cuando el miedo vuelva a aparecer, y fue una profunda experiencia de aprendizaje para mí.

Esto es lo que he aprendido:

– Aprendí a notar la sensación física del miedo, cómo se siente en el cuerpo y dónde, lo que me facilitará reconocerlo la próxima vez.

– Aprendí que el miedo es temporal y que si lo dejo pasar por mi sistema sin interferencias ni supresiones, acabará desapareciendo, dejando espacio para que surjan otros sentimientos.

– Aprendí que la gente que me rodea no me juzgará si comparto mi vulnerabilidad; al contrario, formará relaciones más sólidas basadas en la franqueza e incluso puede ayudar a los demás a abrirse a mí.

– Me di cuenta de que, como ser humano, funciono en niveles emocionales, mentales y energéticos aún más profundos que en el plano físico, y que hay todo un mundo por explorar más allá de lo que mis ojos pueden percibir. Por “explorar” me refiero a escuchar, ser consciente y dar espacio a esos reinos interiores.

– Me di cuenta de que las dificultades están aquí para enseñarme algo sobre mí misma, para orientarme sobre dónde debo explorar más de mí misma, cómo me comporto, cómo me relaciono con las cosas que me rodean y dentro de mí, y para examinar mi sistema de creencias como algo que hay que adaptar y cambiar constante y conscientemente.

Vivir en equilibrio con el miedo requiere un cambio de perspectiva, reconociéndolo como un aspecto integral de nuestra experiencia humana y no como algo que deba suprimirse o evitarse. Las enseñanzas espirituales suelen hacer hincapié en el poder transformador del miedo cuando se aborda con atención plena y presencia. Eckhart Tolle, maestro espiritual, insiste en la idea de que nuestros pensamientos sobre una situación, más que la situación en sí, suelen conducir a la infelicidad. Esta noción sugiere que el miedo surge de nuestras interpretaciones y percepciones, incitándonos a examinar las creencias subyacentes a nuestros miedos. Thich Nhat Hanh, monje budista, aboga por la atención plena como medio para afrontar el miedo con compasión y comprensión como medio para transformarlo.

He aquí algunos ejercicios prácticos para encarnar este enfoque:

1. Reconocer el miedo
Siéntate a solas en silencio y concéntrate en tu respiración , dejando a un lado cualquier distracción y observando cualquier miedo que surja sin juzgarlo ni apegarte a él. Permítete experimentar plenamente las sensaciones y emociones asociadas al miedo, reconociéndolas como fenómenos temporales que pasan por tu conciencia. Describirlo puede ser útil: ¿Dónde lo siento? ¿Cómo te sientes físicamente? ¿Qué cualidades posee?

2. Técnicas de puesta a tierra
Cuando el miedo se apodere de ti, lleva tu atención al momento presente enraizándote en tu entorno inmediato. Observa las sensaciones de tu cuerpo al tocar el suelo, las imágenes y sonidos que te rodean y el ritmo de tu respiración. Esto puede ayudarte a anclarte en la realidad y aliviar el agarre del miedo al reconocerlo como parte de una variedad de experiencias que están sucediendo en este momento.

3. Diario
Explora tus miedos a través de la escritura, permitiéndote expresar libremente pensamientos y emociones. Con honestidad, reflexiona sobre las creencias o suposiciones subyacentes que contribuyen a tu miedo y considera perspectivas alternativas. Esta práctica puede fomentar la autoconciencia y facilitar el proceso de liberarte del control que ejerce el miedo sobre ti.

Al integrar estas prácticas en nuestra vida, siempre que surja el miedo, podemos cultivar un sentido más profundo de resiliencia y paz interior, transformando el miedo de algo negativo en un catalizador para el crecimiento personal y la aceptación.

“Para encontrar la llama, hay que buscar en las cenizas”.

Miedo no es más que una palabra; también puede denominarse ansiedad, preocupación, inquietud, nerviosismo, desasosiego o pánico. Sea cual sea el término que te suene, todos transmiten la misma esencia. Estamos aquí para hacernos amigos del miedo, ya que forma parte de nosotros.
Te invito a abordarlo con amor, a darle un lugar en tu mesa, sin evitarlo. Está aquí para enseñarte y ayudarte a crecer, aprende de ella y deja que te guíe.

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